sábado, 17 de diciembre de 2011

Fortaleza

Soñaba con aires de grandeza mientras contemplaba el paisaje. Sentado en los restos de una muralla que había defendido la fortaleza en antaño, ordenaba lo acontecido en las últimas semanas.

Caía la tarde y el viento daba un poco de tregua al caluroso día de verano. Pero era un verano distinto. A pocos metros una pareja de novios cruzaba un escalón de la vida en una iglesia cercana. Resulta increíble cómo unos pocos segundos son suficientes para que cambie por completo una vida, una rutina.

Mientras, él contemplaba los grandes caserones ilustres, templos de culto, templos de ocio. Caía la tarde. Sentía la brisa. Por momentos desconectaba y volaba. Volaba dejándose llevar por la nostalgia de largas tardes y noches, de esas en las que el reloj completa su ciclo de forma acelerada. De esas en las que uno piensa que ojalá pare el mundo por un momento para que tú no te vayas. Para no tener que marcharse.

Pensaba en cómo un resurgir inesperado se había cruzado en su camino. En la importancia de los momentos. En el gran significado de lo más ínfimo, de lo que pasa desapercibido. Apostó por dar gracias por cada momento vivido, resucitó por lo que falta por vivir.

Imaginaba. Pensaba. Soñaba. Temía caer al vacío, pero ella lo tenía bien abrazado.

Juanjo Sánchez

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